Cuando el siglo XX se partía por dos nací.
Fue un hecho causal, según la tasa de natalidad de la época, al mismo tiempo que yo nacieron otros 10.000 niños en todas España a la vez. quiero decir el mismo día. De los cuales el 50% nacieron en familias pobres de solemnidad, un 30% hijos de familias burguesas de medio pelo, un 15% con dinero y el resto nobles y ricos de morirse sin tener que trabajar. Yo pertenecía al primer grupo.
En los antecedentes familiares no había ni ricos, ni universitarios, así que mi destino era ser pobre, peón u obrero especializado como mucho. Por ello me empeñé en estudiar. Me gustaba leer y me pasaba los veranos leyendo, al principio tebeos y mas tarde libros. Me gustaba saber, conocer, ampliar mi pobre mundo de pobres.
Hubo un antes y un después de mi primera comunión. En aquellos tiempos todos los niños/as la hacíamos, coleteaba aún la represión del franquismo y la Iglesia, la católica, por supuesto, la única consentida y protegida, se aprovechaba de su primacía para aumentar el rebaño.
Era un dia de primavera, de mayo caluroso, casi tropical. Mi traje de primera comunión era grueso, de invierno. No sé que graduación tenía pero era militar, sin llegar a ser general. El hecho cierto es que el calor que se generaba en la iglesia atestada de niños, niñas, familiares, velas a toda llama, me hacía sudar copiosamente durante los cánticos interminables
Después de la ceremonia interminable, de la procesión eterna para comulgar por fin acabó todo y fuimos saliendo en fila de la iglesia. Los padres esperaba a sus hijos y lo recogían llevándoselos para hacer la clasica foto de estudio al lado de la columna griega y el crucifijo en la mano. Yo sálí y no vi a nadie, por lo cual, y dado el calor que me afixiaba, opté por marcharme a mi casa.
Allí no había nadie, asi que me quedé esperando en la puerta. Al cabo de poco tiempo apareció mi familia enfada por mi desaparición del la Iglesia y una lluvia de azote y recriminaciones me vino encima. Era el día "más feliz" de mi vida, con el cuerpo de Crito dentro de mí que recibiría algún azote de rebote. La siguiente tortura fue la foto de rigor. Las cámaras recogieron mi estado de ánimo que visionados posteriores atribuían a la emoción que me embargaba.
Seguira....
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