La universidad como fábrica de imitaciones
¿Por qué llamarla educación superior si no es superior ni educación?
La universidad como fábrica de imitaciones ¿Por qué llamarla educación superior si no es superior ni educación? La Multiversidad necesita tener una agenda creíble para descolonizar la mente y el conocimiento y afirmar nuestra completa independencia intelectual. Esa agenda nos ayudará a abrir nuevas posibilidades de acción creativa colectiva. Después de tratar por más de cien años, los modos occidentales de percepción se han mostrado incapaces de ser concebidos o aceptados como un camino realmente universal de entender la naturaleza o interactuar con ella.
Durante los últimos siglos, la universidad modelada en Europa se ha replicado ad nauseam en cada rincón del globo con el noble intento de esparcir una percepción uniforme de la naturaleza (basada en la ciencia moderna) y por tanto un método semejante de investigación y entrenamiento en todo el mundo.
El supuesto generalizado de la universalidad de la ciencia moderna y, por asociación natural, la presunta superioridad de otros aspectos y productos de las culturas estadounidense y europea, han dado la aprobación a esta diáspora. Los actuales centros de generación de conocimiento se localizan, naturalmente, en Occidente, y siguen aportando los términos y categorías de todos los debates. Les seguimos el juego. Se mantienen como el centro, aunque nos mantengamos (o nos mantengan) en la periferia. Ellos crean; nosotros copiamos y aplicamos. No desafiamos sus supuestos subyacentes. Copiamos sin imaginación porque aparentemente esas disciplinas han sido bien probadas y son científicas, porque constituyen un cuerpo de conocimiento oficialmente reconocido. Es más seguro replicar.
En estas circunstancias, se considera que los estudios e investigaciones están mejor hechos si se realizan dentro del marco y la guía de las instituciones occidentales. No sentimos la necesidad de ir más allá de las disciplinas blancas establecidas de la sociología, la psicología, la antropología, la ciencia política, etc. Sin embargo, estas ciencias sólo mantienen su valor dentro de los recintos del mundo académico. Incluso dentro de ese mundo, difícilmente se encuentra verdadera creencia en sus premisas o supuestos.
En la actualidad, podemos pensar que es absurdo que una cultura pueda convertirse en la norma de todas las demás, hasta el punto en que diversas mayorías alrededor del mundo deben tratar de destruir sus propias comunidades e identidades por el equivocado afán de imitar o replicar los principales rasgos de la cultura dominante. Pero esta creencia depravada en la homogenización ha seguido siendo la base de la teoría del desarrollo durante las últimas cinco décadas.
Algunos han considerado que la educación universitaria en el Sur es un proyecto benéfico, para impartir educación liberal. Como en el caso de la escolarización. Sin embargo, el contenido de esa educación superior llega en la forma de textos impresos, enteramente importados de los llamados países desarrollados, y pocas veces se relaciona con la experiencia de nuestras propias sociedades. El propósito último de este ejercicio soporífero no es la libertad intelectual sino la servidumbre espiritual.
En sus comienzos, hace algunos siglos, la universidad era una institución respetada y autónoma que hospedaba a una comunidad de estudiosos y estudiantes que se reunían para discutir ciertos asuntos específicos. En la actualidad, se ha rendido casi por completo a la supremacía de los textos y todo lo que esto implica particularmente las tiranías asociadas con las diversas jerarquías de interpretación que tales textos requieren.
La erudición ha degenerado en una destreza de reconocimiento y replicación de textos y la mención de nombres de los productores de textos clave. La crisis del sistema causada por la sobreproducción de miles de ponencias de los graduados ha llevado a los jóvenes a buscar certificados adicionales, a fin de reducir el número de las personas con las que tienen que competir. Se busca así adquirir una maestría u otros diplomas adicionales (los de destre-
zas en la ciencia electrónica están de moda), o se pagan sumas extravagantes por educación de marca, a fin de colocarse por encima de la muchedumbre (o turba) de los que compiten por los pocos empleos de alto nivel disponibles (que en todas partes del mundo siguen siendo tan inseguros o elusivos como los de bajo nivel).
zas en la ciencia electrónica están de moda), o se pagan sumas extravagantes por educación de marca, a fin de colocarse por encima de la muchedumbre (o turba) de los que compiten por los pocos empleos de alto nivel disponibles (que en todas partes del mundo siguen siendo tan inseguros o elusivos como los de bajo nivel).
La escala de la injusticia que enfrentan los jóvenes es alucinante: millones deben someterse a la tiranía de realizar tareas de memoria adecuadamente, de tal modo que sea posible seleccionar a los mejores para darles entrenamiento adicional. Esto condena a la mayoría, que no puede obtener altos grados, a ser un fracaso. Un sistema de educación que en la práctica descalifica al grueso de sus jóvenes y los condena al fracaso debería haberse prohibido hace mucho tiempo.
Este circo mortal ha estado circulando por más de 150 años. Lejos de ser una guía competente para el resto del mundo, el sistema educativo occidental se encuentra en un estado de crisis. Es incapaz de concebir la nueva dirección que debe tomar. En consecuencia, ha llegado la hora de concebir nuevos caminos por nosotros mismos. No se dispone de maestros que puedan guiarnos hacia la dirección en que debemos movernos. Debemos ser nuestros propios maestros.
Si estamos de acuerdo en que éste es el desafío que enfrentamos, podemos plantearnos proponer un juego alternativo de supuestos que reflejen mejor lo que somos y el lugar en que vivimos, y que tomen en cuenta nuestras historias intelectuales autóctonas. Podemos adoptar una posición crítica sobre diversos aspectos de esas historias, pero no puede ser nuestra la actitud que las considera absurdas, humanamente inaceptables, predatadas, irracionales, inválidas o acientíficas. Antes que esas expresiones se apliquen a las reivindicaciones políticas de algunos grupos fundamentalistas locales, es importante aclarar que la violencia, la intolerancia y la regimentación asociadas con tales fuerzas son similares a la violencia vinculada con las escuelas convencionales. La compulsión a indoctrinar y despojar de poder es un rasgo fundamental de ambos esquemas.
La Multiversidad necesita tener una agenda creíble para descolonizar la mente y el conocimiento y afirmar nuestra completa independencia intelectual. Esa agenda nos ayudará a abrir nuevas posibilidades de acción creativa colectiva. Después de tratar por más de cien años, los modos occidentales de percepción se han mostrado incapaces de ser concebidos o aceptados como un camino realmente universal de entender la naturaleza o interactuar con ella.
(Publicado en Kamiriitu Vol.1, No. 1, p.6)

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